2. EL AUTOR Y LOS COLECTIVOS


La figura del autor desempeña dos grandes funciones en la arquitectura, a partir de ciertas  condiciones o circunstancias históricas de la sociedad burguesa: servir de referencia para dar un nombre propio a cosas en sí mismas muy genéricas (casas, templos, edificios de uso público, fábricas, escuelas, bóvedas, muros, puertas, etc.) y servir de referencia al cómo fueron o son hechas. Desde entonces y hasta hoy se han establecido universalmente la referencia al autor y a las obras, a los arquitectos y sus edificios. La crítica y la historia de la arquitectura se han construido mediante estas dos relaciones entre el creador y su creación, que definen el deber ser del “diseñador”, y su quehacer, los “edificios”.

¿Quién es el autor de la arquitectura? Los colectivos de arquitectura toman parte de esta discusión por medio de sus prácticas y su lenguaje que busca la horizontalidad en la producción.

El mecanismo de este ensayo, sobre la relación entre el fenómeno de los colectivos y el autor en la arquitectura, retoma esta figura desde la crítica de la literatura y la extrapola a la producción crítica de los colectivos de arquitectura. A partir de tres textos sobre la noción moderna del autor, respecto al lenguaje,  la construcción de sujeto y su función revolucionaria; se reconoce el profundo debate disciplinar que surge a partir de la pregunta sobre el autor, para así definir el propósito de este ensayo que señala como antecedente la posición política los colectivos ante la producción.

Los textos de crítica literaria son:
1. “La muerte del autor” de Roland Barthes
2. “¿Qué es un autor?” de Michel Foucault
3. “El autor como productor” de Walter Benjamin

En el mundo de la arquitectura esta evaluación no sólo deberá considerar los referentes del pasado sino que debe mantener la pregunta mirando hacia las prácticas contemporáneas, como un ejercicio de autocrítica constante que permita conectar otras áreas del conocimiento a la práctica articuladora del espacio y la comunidad que es la arquitectura.


2.1      Matar el autor hoy no es tan fácil

En el congreso de arquitectura que se llevó a cabo del 16 al 17 de julio del 2015  en Medellín, Colombia el arquitecto colombiano Giancarlo Mazzanti hizo referencia  a Roland Barthes y su idea de La muerte del autor, enunciando que los procesos de construcción de la arquitectura son más importantes hoy que el mismo objeto edificio, pues allí juegan las voluntades políticas de la administración pública, los concursos de arquitectura, los diseños, las socializaciones con la comunidad, hasta llegar a la etapa de construcción e inauguración de una obra. En un proceso donde aparecen tantas variables y funciones, la figura del autor como gran creador, se comienza a desvanecer.

Aunque este argumento es válido, durante la exposición de Mazzanti se hizo evidente una falta de correspondencia entre sus afirmaciones y las imágenes que acompañaban la exposición, pues ilustraban capturas de edificios, y no el proceso, que era el punto central de la intervención. Estaba claro que la obra de Mazzanti no había sido producida en un esquema horizontal, y por lo tanto, la figura del autor seguía descansando en él, aunque él mismo le reconociera valor al proceso. Con este ejemplo comprendimos entonces que una cosa es la participación de diferentes instituciones, empresas, personas, cargos y procesos en la construcción de un edificio, y que sus relaciones dependan de las demandas del autor en un esquema piramidal de producción. Y otra, es que esos mismos actores se asuman como creadores productores bajo una idea común de la proyección, el diseño, la construcción y la comunicación de todo el proceso en un esquema de producción horizontal, pasando del autor como la figura del arquitecto moderno, que nace con sus edificios, al proceso de cooperaciones que nace con los colectivos y sus prioridades sobre el espacio.  

La muerte del autor de Roland Barthes habla sobre cómo se construye el lenguaje en las transformaciones sociales de cada época creando figuras y matando otras. ¿Quién es aquel que habla?:
¿Quién está hablando así? ¿El héroe de la novela, interesado en ignorar al castrado que se esconde bajo la mujer? ¿El individuo Balzac, al que la experiencia personal ha provisto de una filosofía sobre la mujer? ¿El autor Balzac haciendo profesión de ciertas ideas <literarias> sobre la feminidad? ¿La sabiduría universal? ¿La psicología romántica? Nunca jamás será posible averiguarlo, por la sencilla razón de que la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe.

Asimismo la arquitectura es el lugar neutro donde confluyen diferentes procesos sociales que construyen el espacio, es un proceso y no el acto de un diseñador único. 

El autor en la arquitectura es una construcción del discurso moderno que continúa vigente:

“El autor es un personaje moderno, producido indudablemente por nuestra sociedad, en la medida en que ésta, al salir de la Edad Media y gracias al empirismo inglés, el racionalismo francés y la fe personal de la reforma, descubre el prestigio del individuo o, dicho de manera más noble, de la <persona humana>. Es lógico, por lo tanto que en materia de literatura sea el positivismo, resumen y resultado de la ideología capitalista, el que haya concedido la máxima importancia a la <persona> del autor. (Barthes, 1987).

Esta afirmación nos hace pensar en la arquitectura de hoy: la transformación de los procesos de producción construyen el lenguaje contemporáneo sobre las figuras sociales como la del autor en la disciplina, y por eso el arquitecto (como autor) es un tema relevante.

Para hablar de la muerte del autor se pueden considerar dos formas: una es el ejercicio retórico que intenta disculpar y legitimar procesos ya establecidos, así como estar en sintonía con vanguardias intelectuales o académicas  (G. C. Mazzanti).  La otra manera es la que sugieren los colectivos que experimentan la transformación de la producción, que resaltan el proceso como base de los proyectos, dejando en un segundo plano al autor. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿cómo se hacen las cosas?

La búsqueda  sobre el hacer colectivo no es nueva. En arquitectura se ha tratado de entender el proyecto como un tejido de factores sociales con trabajos y reflexiones como las planteadas por el arquitecto inglés John F. Turner en Housing by People: Towards Autonomy in Building Environments (Vivienda de Personas: Hacia la Autonomía en entornos de construcción) publicado en 1976, quien fijaba la mirada sobre los valores de la autoconstrucción de las comunidades de bajos recursos en Perú, más allá de las formas urbanas y arquitectónicas resaltaba los procesos de construcción de la comunidad.

También están los trabajos y construcciones teóricas como el Lenguaje de Patrones de Christopher Alexander publicado en 1977, que nos permite ubicar el saber de los habitantes por encima del saber del arquitecto. Tanto Turner como Alexander están en el amplio panorama de debate sobre el hábitat social y la arquitectura como proyecto y como lenguaje.  No obstante, estos asuntos han tenido escasa relevancia en la historia de la arquitectura como teorías,  y menos aún como valores prácticos.

Dice Barthes que “la crítica clásica no se ha ocupado nunca del lector; para ella no hay en la literatura otro hombre que el que escribe. Hoy en día estamos empezando a no caer en la trampa de esa especie de antífrasis gracias a la que la buena sociedad recrimina soberbiamente en favor de lo que precisamente ella misma está apartando, ignorando, sofocando o destruyendo; sabemos que para devolverle su porvenir a la escritura  hay que darle la vuelta al mito: el nacimiento del lector se paga con la muerte del autor. (Barthes, 1987).

¿El nacimiento del habitante es la muerte del autor en la arquitectura desde los años 70? Los colectivos son también una búsqueda de alternativas, tales como la autoconstrucción en Latinoamérica, liderada por arquitectos que estaban más preocupados por el cómo se hace que por el quién lo dice.  

Al ser la comunidad-habitante un elemento primordial en los procesos de construcción por encima de la pregunta del autor, los colectivos se enfocan en el desarrollo de  alternativas que reconfiguran los esquemas de producción en los procesos constructivos, creando nuevas relaciones con los materiales, como el reciclaje, y retomando los saberes populares que se encuentran en los territorios. La arquitectura de los colectivos ya no es solo de los arquitectos, sino de las comunidades que con sus proyectos desarrollan la capacidad de concebir y actuar en la dimensión espacial y comunitaria, como parte de las economías cooperativas.


2.2      La figura del autor...

Ya que el pensamiento de la muerte del autor abrió el debate sobre esta figura social, en el campo de la arquitectura, más allá de su muerte, sigue siendo relevante su aparición como una figura histórica que si se estudia a fondo, desde su genealogía y evolución dentro de la disciplina, nos puede ayudar a comprender su transformación histórica en relación con procesos alternativos o de resistencia.
En los colectivos de arquitectura el autor persiste bajo la forma de la red. Ya no hablamos de “el autor” sino de “los autores”. Y no solo como una cuestión de cantidad sino de interrelacionamiento en el ecosistema de coproducción que se autorregula por la misma comunidad, y en donde el arquitecto es un participante más de la suma de otros actores con sus funciones.

Cuando Michel Foucault en 1969 dicta la conferencia ante la sociedad francesa de filosofía, titulada  “¿Qué es un autor?”, afirma que: “La noción del autor constituye el momento en la historia de las ideas, de los conocimientos, de las literaturas; también en la historia de la filosofía y en la de las ciencias.”  (Foucault, 1983). Asimismo la arquitectura también ha construido una figura sobre el autor que por haberse considerado desde un rol inherente al oficio, olvidó revisar de manera crítica el impacto que ha tenido “el creador” a nivel social.

Foucault ubica en la experiencia de producción literaria de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX el momento en que se inicia la reglamentación de autores-editores sobre los derechos de reproducción. Probablemente la función del autor emerge al ritmo de la evolución tecnológica de la imprenta, y la formalización de los derechos de reproducción se establece desde una relación de propiedad:
La función-autor no se forma espontáneamente como la atribución de un discurso a un individuo. Es resultado de una operación compleja que constituye un determinado ser de razón que llamamos autor”. “El autor es entonces un momento histórico definido y el punto de encuentro de un determinado número de acontecimientos  (Foucault, 1983).

Hoy la forma imperante del discurso de la arquitectura está predeterminada por la relación de propiedad que representa el autor y obra en la lógica del mercado de relaciones cliente – producto/servicio. En contraposición a esto los colectivos de arquitectura no parecen buscar el orden de un discurso adecuado a esas relaciones pues su búsqueda parece más cercana a una transdiscursividad: “Es fácil ver que en el orden de un discurso se puede ser autor de mucho más que un libro –de una teoría, de una tradición, de una disciplina en el interior de las cuales otros libros y otros autores podrían ubicarse a la vez… una posición -transdiscursiva-“  (Foucault, 1983). Esto  obliga a los colectivos de arquitectura a tener sus propios medios de circulación, autores, libros, blogs…a concebir la Web como el espacio de la transdiscursividad donde construyen su propio lenguaje e instala su versión de la disciplina en la historia.  

“Marx no es simplemente el autor del manifiesto o del capital: ha establecido una posibilidad indefinida de discurso”  (Foucault, 1983)
No volvieron (Marx y Freud) simplemente un determinado número de analogías, volvieron posible (del mismo modo) un determinado número de diferencias. Abrieron el espacio para algo distinto a ellos, y que sin embargo pertenecen a lo que ellos fundaron.  (Foucault, 1983).

El autor hace parte de la evolución del discurso de la arquitectura y está llegando el momento de evaluar sus formas y contenidos en comparación a los cambios sociales contemporáneos. Cerrando la conferencia, Michel Foucault dice: “podemos imaginar una cultura donde los discursos circulan y serían recibidos sin que la función-autor aparezca nunca”.  ¿Los colectivos de arquitectura hacen parte activa de un ejercicio de este tipo? Puede ser que el asunto del autor sea el punto de partida, y  por lo tanto, el punto común de los arquitectos inquietos, que se unen en colectivo y valoran más el proceso que la figura de quién lo hizo,  como un acto ético y político de resistencia, acercándose más a la visión del autor como productor de Walter Benjamin.  


2.3      La revolución necesita el autor
En un llamado a las personas activas y conscientes de los privilegios y las dualidades que determinan el desarrollo del quehacer técnico de la arquitectura -el cómo se hace- y conceptual -por qué se hace-, los colectivos establecen una  posición política frente al autor en la experiencia de producción  y la búsqueda de horizontalidad en este proceso.

En 1934 en Alemania, Walter Benjamin busca la voluntad de sus colegas intelectuales  y escribe: El autor como productor”, en un contexto de polarización y pre-dictadura nazi , en el que se confundía la acción revolucionaria con el activismo nacionalista. En este texto Benjamin hace un llamado a los escritores sobre su responsabilidad intelectual en la causa obrera, en relación al orden político-social que se estaba implantando en el poder:
El escritor burgués de literatura…trabaja al servicio de determinados intereses de clases. Un tipo más avanzado de escritor reconoce esta alternativa. Al ponerse de parte del proletariado, toma su decisión con base en la lucha de clases. Y se acaba entonces la autonomía. Su actividad se orienta por aquello que es útil al proletariado en la lucha de clases…se vuelve un escritor de tendencia ( (Benjamin, 1934).

En este texto se destaca la importancia que tiene saber con quién trabajar y por qué hacerlo. En resonancia con este llamado los colectivos de arquitectura definen una voluntad común: la cooperación para producir y resistir a las posiciones mercantilistas de la arquitectura contemporánea.
Los colectivos de arquitectura que desarrollan sus propios medios de construcción y comunicación permiten la reproducción del discurso y la gestión de sus prácticas entre comunes: según el principio marxista “las relaciones sociales están condicionadas por la relaciones de producción” (Benjamin, 1934) los colectivos se unen para volverse sujetos, productores de la resistencia invitando a entender este proceso no sólo como un compromiso por la causa social sino por la misma disciplina, sus historia y sus posibilidades. 

Benjamin expone el compromiso con la voluntad revolucionaria a partir del ruso Sergei Tretyakov (1892-1937) como el sujeto que ejemplificaba la producción y la acción de tendencia o el autor como productor.
Tretiakov distingue al escritor que opera del escritor que informa. Su misión no es dar cuenta sino combatir; no consiste en hacer de espectador sino en intervenir activamente. Los datos que nos da de su actividad precisan el sentido de esta misión. En 1928, en la época de la colectivización total de la agricultura, cuando se lanzó la consigna “¡Escritores: a los koljoses!”, Tretiakov viajó a la comuna El Faro Comunista y emprendió allí durante dos largas estadías, los siguientes trabajos: llamamientos a concentraciones populares; recolección de fondos para la adquisición de tractores; acciones de convencimiento entre los campesinos aislados para que entraran en el koljoz; inspección de salas de lectura; elaboración de periódicos murales y dirección del periódico del koljoz; redacción de reportajes para los periódicos de Moscú; introducción de la radio y del cine ambulante; etc. No es sorprendente que el libro Comandantes de campo, escrito por Tretiakov a partir de esta experiencia, haya tenido una influencia considerable en la marcha posterior de la conformación de las granjas colectivas. (Benjamin, 1934)

El gesto de referirse a la producción comprometida de Tretiakov es el mismo gesto estratégico que hacen los colectivos para construir su discurso, por medio de la producción de sus propios medios de circulación-comunicación. La práctica de los colectivos de arquitectura es crítica en la medida que el discurso se construye con otros pares al ritmo de la producción y la discusión.  El proceso es el protagonista de la arquitectura de los colectivos y por lo tanto es el autor productor del que habla Benjamin.

La autoconstrucción como experimento de producción horizontal entre técnicos y comunidad, refuncionaliza la figura del arquitecto diseñador y lo transforma en el arquitecto productor de los colectivos de arquitectura:
Para referirse a la transformación de las formas de producción y de los instrumentos de producción en el sentido de una intelectualidad progresista –interesada por tanto en la liberación de los medios de producción; útil por tanto en la lucha de clases— Brecht ha elaborado el concepto de refuncionalización. Él fue el primero en plantear a los intelectuales esta exigencia de gran alcance: no abastecer al aparato de producción sin transformalo al mismo tiempo, en la medida de lo posible, en el sentido del socialismo. “La publicación de estos Ensayos –escribe el autor en la introducción a la serie de cuadernos que llevarán ese nombre— tiene lugar en un momento en que determinados trabajos ya no pretenden ser ante todo vivencias individuales, (tener un carácter de creación), sino que se dirigen más bien hacia la utilización (remodelación) de determinados institutos e instituciones”. No se desea una renovación espiritual, como la proclamada por los fascistas; se proponen innovaciones técnicas. (Benjamin, 1934)

La autoconstrucción de los colectivos de arquitectura exige una nueva concepción del técnico en dos sentidos: el primero es la capacidad de unir los aprendizajes de la academia y los conocimientos vivenciales de la comunidad para desarrollar proyectos. El  segundo es la producción como un dispositivo pedagógico que le permite a la comunidad y a los técnicos  aprender-haciendo.  La arquitectura se vuelve una agenda colectiva de acciones.El concepto de técnica representa el punto dialéctico inicial a partir del cual es posible superar la oposición estéril entre forma y contenido” (Benjamin, 1934).

La búsqueda de horizontalidad de los colectivos dinamiza la arquitectura contemporánea comprometida con los asuntos comunitarios, las organizaciones sociales sin ánimo de lucro y la economía colaborativa a diferencia de la forma imperante del mercado inmobiliario.

¿Qué ha sucedido con la figura del  autor en la historiografía de la arquitectura? ¿Es necesario matar el autor en la búsqueda de un nueva práctica, y por lo tanto, un nuevo lenguaje en la arquitectura? Son asuntos que abren el debate contemporáneo de la disciplina: “la exigencia de reflexionar, de preguntarse por su posición del técnico en el proceso de producción”. (Benjamin, 1934). De estos aprendizajes, los colectivos de arquitectura, como autores productores, asumen la autoconstrucción para reflexionar sobre el valor de la técnica en función de la producción en la causa social de su época.


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